-Siéntate por favor.- le
pidió balanceando la cabeza en dirección al banco vacío mientras hacía malabares para
desabrocharse el cierre del tacón izquierdo.
-¿Necesitas ayuda?
-No que va. Puedo sola. Tú
siéntate.
-¿Estás segura?
-Que sí joder. No seas
pesado.
-Vale, vale. Pues tú
dirás.
-Verás, ¿te he contado alguna vez en qué trabaja mi padre?
-Me dijiste que era
fotógrafo. Se dedica a sacar las fotos para los anuarios de los colegios,
bodas, bautizos…Todo eso, ¿no?
-Eso es. Un trabajo
bastante aburrido. Cuando yo era pequeña me encantaba entrar en su laboratorio casero y observar el proceso de revelado. Imagino que cuando lo realizas
cientos de veces pierde el encanto pero para una niña de medio metro era algo
maravilloso ver colgadas todas esas fotos en pinzas en un cuarto prácticamente
a oscuras, los tanques con sustancias químicas, los 4 pilares: revelado, paro,
fijado y lavado, el secado posterior, todo…Era un proceso con cierto mística.
Todas esas vidas, paradas en lo anecdótico y circunstancial del momento,
dadas a luz, sacadas de la oscuridad del negativo por el metódico movimiento y
la certera automatización del laboratorio. Algo así como un parto constante de
recuerdos gestados por otras barrigas.
-Joder. Nunca habría imaginado que revelar fotos pudiera convertirse en un ritual, ni siquiera me había planteado cómo se hacía. ¿Por
eso te encanta la fotografía? Sabes que es un tema que no me interesa demasiado.
-Sí bueno, ese no es el tema. No quiero perder el tiempo, además estoy un poco mareada y apesto a humo. Me huele el pelo a tubo de escape. Así que sólo te haré una pregunta. Para que estés avisado, es una pregunta de abogado, o de mujer. Todo abogado tiene mucho de mujer, ¿no crees?
-¿Cómo?
-Déjalo- dijo, frotándose las sienes con firmeza.-¿Cuántos corazones
tienes y entre cuantas los andas repartiendo, amor?