_

_

sábado, 31 de diciembre de 2011

jaulas de carne

Una noche la palabra se metió en mi cama o yo me metí en la suya. Ahora no lo recuerdo bien.
El caso es que mantenemos desde dicho encuentro una relación un tanto delicada: nos hacemos de rabiar, reímos y lo pasamos bien durante el día pero, en cambio, tenemos que medirnos al oscurecer porque acabamos haciéndonos daño.

Desde aquel momento he escrito miles de líneas. La inmensa mayoría no vale absolutamente nada y por ello acaban tachadas sin piedad o condenadas al olvido. Algunas pocas en cambio, masticadas, digeridas y cagadas por vuestras conciencias, adquieren un plus, y terminan valiendo algo más que la común de las líneas. ¿Cuánto más? No lo sabré nunca.

Sólo deseo que al menos una de ellas haya conseguido desprenderse del papel para llenaros algún vacío, retratar alguna experiencia, motivar algún sueño, desinfectar alguna herida o purgar de rencor alguna otra. Es una ambición enorme la que me lleva a desear el tesoro de haceros sentir lo más mínimo, la ambición de no conformarme con vivir dentro de la jaula de carne que me ha tocado sino también, aunque sea a ratos, y en pequeñas dosis, dentro de las vuestras.

Mucha salud y fuerza para todos en 2012.

martes, 20 de diciembre de 2011

abrazos lunares

Tengo una fórmula punzante que ahueca las penas y las hace tan ligeras como un queso gruyere. Con esa misma se consigue achicar la realidad hasta convertirla en un guisante incómodo que apartar del plato sin miramientos. Puede transformar, sin alto horno, dos metales envejecidos en una aleación refinada, acomodada de tal forma que no se sepa dónde empieza el uno y acaba el otro.

Se trata de abrazos lunares, de contratar un ascensor invisible que viaja a velocidad endemoniada hasta la luna para quedarse allí, en el desierto lunar, tan solo un par de segundos. El tiempo suficiente para tejer una burbuja impenetrable a la des-humanidad y apoderarse del satélite. Dos astronautas, vestidos de calle, fundidos en un abrazo sinérgico que grita: “La luna es nuestra y aquí nada nos puede tocar, nada nos puede tocar.

Lo mejor de esta fórmula es que, al desencajarse el puzle, abandona momentáneamente los huesos a una suerte de porosidad hibernal, cómo si el astronauta de enfrente hubiera escondido un “tupper” con la energía de tus tuétanos. Premiándote a ti, de la misma manera, con una ración análoga de energía que devorar, para enriquecer y reciclar tus huesos.

No creáis que es tarea fácil ésta de ser alquimistas de energía, conocer la fórmula no es suficiente. Hacen falta química, tablas y ternura para conquistar la luna con un abrazo, para alimentarse de esta forma. Quizá también la pareja adecuada para hacerlo. Yo tengo mi astronauta preferida desde hace muchos años.



PD. Leí en una ocasión que en aras de que un abrazo sea químicamente pleno debe representar un contacto de, al menos 10 segundos, el tiempo mínimo a fin de que el cerebro de los participantes segregue las sustancias necesarias. No sé a qué esperáis para repartir abrazos lunares a todo aquel que os importe la mitad que vosotros mismos, panda de mamones. Felices fiestas.

martes, 13 de diciembre de 2011

congelando tu despertar

Él despertó primero. Las rendijas de la persiana filtraban ribetes de luz que jugueteaban por la habitación, veteando las siluetas a su paso. Ella solo sabía dormir en absoluta oscuridad, pero a su lado era capaz de hacerlo de cualquier manera, convirtiéndolo en su guardián de sueños. 

Nunca se lo contó pero, en muchas ocasiones mientras aún dormía, él la observaba fijamente. A trasluz y en silencio, desde una ventana de asombro, como un neonato que descubre maravillado sus manos por primera vez. Sonriendo y maldiciendo a partes iguales porque sin acordarse bien de cómo, cada suspiro de esa boca era el motor de sus días.

Después de un rato, encaminaba sus pasos a la cocina para preparar el desayuno, vigilando de reojo, con un miedo burbujeante a darle la espalda completamente, por si algo fuera a borrar su menuda figura de la cama.
Al acabar, solía dejarlo sobre el escritorio y regresaba a su lado para saborear la imagen, mejor que mil caviares, de verla transpirar ese tranquilo perfume de sueño. Su pelo, convertido en un torrente de negrura, empapaba ahora la almohada que tantas veces murió de sed y sus pies nerviosos daban fin a todas las empresas fracasadas entre esas mismas sábanas.

Y ahí se quedaba él, levitando, hasta el instante en que ella decidía volver del mundo de Morfeo. Un instante infinito y mudo que retrataba en penumbra, para congelarlo en lo más profundo de su retina. Mientras, ella, desperezándose con dulzura cotidiana, se incorporaba y le susurraba la misma pregunta de siempre…

“¿Por qué me miras de esa forma?”

…a lo que él, arreglándole el pelo detrás de la oreja, respondía con idéntico susurro.

“¿Y tú por qué despiertas tan pronto?”

martes, 6 de diciembre de 2011

niño de Troya en ti

Mis intenciones son castas y puras para tu madre, las más deshonestas y sucias que puedas imaginar para ti. Va a ser complicado mostrarte que detrás de todo este aparejo de apariencias -conscientes o espontáneas- queda algo oscuro y desvalido que arropar con tus besos o con tus manos o con tus mañanas.

El verdadero plan es que llegue un día, en que sin saber cómo, tu guardia personal descubra un niño correteando desnudo entre tus tierras. Que grita y ríe, y llora desconsolado también, mientras se adentra cada vez más hondo en ti hasta que lo pierden de vista.

Porque coincidirás conmigo, amor, en que lo complicado no es distinguir figuras amenazantes en la lejanía, sino alcanzar a descubrir cuando ese niño impávido ha atravesado tu piel de roca labrada sin permiso. Ver como desordena los puestos de tu mercado, insulta y escupe a tu clero y su jerarquía y alborota todos tus callejones dormidos para acabar sitiándote con el abono fértil que tanto temes.
 
Y está tan sucio y asustado que no tiene virtud, pero ama cada grano de la tierra que pisa en ti maravillado. Y termina, rendidos el día y el sol, en esa misma tierra, mendigando que tú le arropes con tus caricias o con tus piernas o con tus noches. O que no lo hagas, pero siempre guarnecido por tus murallas. Para así amanecer acurrucado con el sol temprano de un nuevo día para alborotar, mofarse y poner en jaque tu ciudad. 
Nacido solo para desordenarte y removerte, para romper tus puertas prohibidas y hacer jirones tus cortinas avergonzadas. Para hacerte feliz desde dentro.

¿Entiendes ya que solo desee despertar cada mañana sabiendo que mi niño de Troya hará el mal en ti? ¿Entiendes ya que mis intenciones sean las más bajas y pecaminosas? 
¿Que quiera invadirte y rasgarte de arriba abajo?  

Te quiero sucia y asustada, invadida y sin virtud. Prométemelo, si no nada tendrás a mi lado.