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lunes, 26 de marzo de 2012

vive en la orilla

Los niños juegan en la orilla del mar.
Son un cubo, con  muescas y formas que ríen.
Construyen castillos. Y acabados, los contemplan.
Olor a arena mojada, humedad de sueños.
Llega un verdugo espumoso y los arrastra.
 
Se lamentan, se enrabietan, se lloran encima.
Otros más y unos menos, se enjugan los rostros.
Reculan en la playa.
 
Construyen castillos. Y acabados, los contemplan,
pero una hoz acuosa vuelve a arrastrarlos.
Reculan aún mucho más.
 
Construyen y contemplan.
Contemplan y contemplan.
Olor a arena quemada, asilo de podredumbre.
 
Se les gastan los dientes y los ojos.
Secos y seguros. Cuerdos. Reculando.
Pues vaya historia.
El amor vive en la orilla:
con los dementes, con las verdugos.


¿Lecciones aprendidas? Olvidadlas todas si buscáis amar en la orilla. Si no, apuntad y reculad.


miércoles, 21 de marzo de 2012

get the knockout (el natural)

Un natural es su propio aire y no sabe hacer méritos para que lo mires. 
No es que pase, es que no le importa. 
Sabe que ser auténtico es polidactilia, ni se aprende ni se comenta. 
No tiene memoria y si la tiene la saborea en soledad. 
En cambio sí tiene vicios, como la sinceridad torpe y ese intenso almizcle entre encantador e imbécil. 
Ario intransigente, adora su propia especie y bajo ese filtro clasifica a las mujeres. 
En dos tipos.

La minoría, las de su especie, las de bandera. 
Esas que de primeras te zarandean con la mirada y te arrinconan con su belleza, como un matón de sexto curso. 
Imperiosas, te asen de los tobillos colocándote boca abajo, sacudiéndote hasta que nada queda en tus bolsillos que esconder.

Libertan tus pies y esperan pacientes. 
Aguardan con sorna tu reacción henchida de confianza. 
Es entonces cuando te parten la nariz de un puñetazo con el primer beso.
Y te abandonan sangrando terror e indefensión a borbotones para luego curarte con la ternura de quien explora tus miserias y las abraza sin miedo. 


Te aprietan y retuercen también, moldeando todas las fronteras que se antojaban firmes entre los “nunca” y los “puede”. 
Olvídate de incorporarte.
Ya han metido sus pies en tus vergüenzas, en tu humanidad más endeble.

Éstas, las que le acojonan y enorgullecen a partes iguales.
Esas son las que le quitan el sueño. 
¿La segunda clase?Todas las demás
No están del todo mal, saben bajarle los pantalones a uno.

Por eso a un natural no le sermonees sobre cuánto vale una mujer 
porque él sabe admirarla cuándo ve una de verdad. 
Todos sus gestos los guarda por si no se los quisiera volver a regalar 
y le encanta soñarla. 
La sueña, pero si están en el barro sus manos se ensuciarán las primeras.

Entiende que no bese barato, estoy deseando que me rompan la nariz.

viernes, 9 de marzo de 2012

nos costaba la energía

Corríamos embravecidos con espuma blanca en las bocas, como perros con la rabia. Sin mirarnos. Aguantarnos la mirada nos costaba la energía.
Así, presos de un licor que combustionaba en nuestros órganos, huíamos.
Huíamos de los puestos de las flores y de sus vendedoras que, enfermas de ira, estallaban en cientos de colores iracundos también.
Corríamos esclavizados pero riendo, como si parar nos costara el amor o como si aquellas flores malditas no marchitaran en su persecución por quedarnos quietos.
No lograban alcanzarnos pero se encontraban tan cerca. A decir verdad ni siquiera respirábamos o si lo hacíamos no consigo recordarlo. De haberlo necesitado habríamos galopado nuestras vidas o al menos hasta limar los pies y la razón.
Podríamos, incluso, haber sido felices viviendo de aquella manera. Pero no.
El paisaje se transformó, dando paso a una sala llena de espejos. Frené tirando de tu mano. Tus ojos asustados inquirían cuanto había tras de mí, sin encontrarse con los míos. Mientras, las piernas nos temblaban, afanosas por seguir corriendo. Al fin escuché tu voz.
<< ¿Qué ocurre? ¿Por qué paramos?>> 
<< Echa un vistazo a tu alrededor. Somos nosotros. ¿Para qué quiero toda esta energía? ¿Para huir? No quiero seguir corriendo sin mirarte, no quiero reservarme energías para la vuelta. >> 
Por primera vez clavaste en mí tus focos de vida, tan desconocidos, en los míos, para acto seguido explotar en una carcajada y tirarme al suelo.
Lo último que recuerdo es un chorro de luz y rabia naciendo de nuestras lenguas. Una avalancha de energía, arrasándolo todo, haciendo añicos aquellos espejos. Y a cada roce de nuestras narices un nuevo alud enterrando el mundo que conocíamos.
Gastamos los ojos de mirarnos, y vacíos nuestros recipientes, fuimos pasto de los colores de aquellas malditas flores.
Estábamos obligados a regalarnos esos besos, de otra forma, hubieran muerto en nuestras bocas.

Extraído de un sueño que, como tantos otros, solo alcancé a entender una vez cristalizado en palabras.