Un natural es su propio aire y no sabe hacer méritos para que lo mires.
No es que pase, es que no le importa.
Sabe que ser auténtico es polidactilia, ni se aprende ni se comenta.
No tiene memoria y si la tiene la saborea en soledad.
En cambio sí tiene vicios, como la sinceridad torpe y ese intenso almizcle entre encantador e imbécil.
Ario intransigente, adora su propia especie y bajo ese filtro clasifica a las mujeres.
En dos tipos.
No es que pase, es que no le importa.
Sabe que ser auténtico es polidactilia, ni se aprende ni se comenta.
No tiene memoria y si la tiene la saborea en soledad.
En cambio sí tiene vicios, como la sinceridad torpe y ese intenso almizcle entre encantador e imbécil.
Ario intransigente, adora su propia especie y bajo ese filtro clasifica a las mujeres.
En dos tipos.
La minoría, las de su especie, las de bandera.
Esas que de primeras te zarandean con la mirada y te arrinconan con su belleza, como un matón de sexto curso.
Imperiosas, te asen de los tobillos colocándote boca abajo, sacudiéndote hasta que nada queda en tus bolsillos que esconder.
Esas que de primeras te zarandean con la mirada y te arrinconan con su belleza, como un matón de sexto curso.
Imperiosas, te asen de los tobillos colocándote boca abajo, sacudiéndote hasta que nada queda en tus bolsillos que esconder.
Libertan tus pies y esperan pacientes.
Aguardan con sorna tu reacción henchida de confianza.
Es entonces cuando te parten la nariz de un puñetazo con el primer beso.
Y te abandonan sangrando terror e indefensión a borbotones para luego curarte con la ternura de quien explora tus miserias y las abraza sin miedo.
Te aprietan y retuercen también, moldeando todas las fronteras que se antojaban firmes entre los “nunca” y los “puede”.
Olvídate de incorporarte.
Ya han metido sus pies en tus vergüenzas, en tu humanidad más endeble.
Aguardan con sorna tu reacción henchida de confianza.
Es entonces cuando te parten la nariz de un puñetazo con el primer beso.
Y te abandonan sangrando terror e indefensión a borbotones para luego curarte con la ternura de quien explora tus miserias y las abraza sin miedo.
Te aprietan y retuercen también, moldeando todas las fronteras que se antojaban firmes entre los “nunca” y los “puede”.
Olvídate de incorporarte.
Ya han metido sus pies en tus vergüenzas, en tu humanidad más endeble.
Éstas, las que le acojonan y enorgullecen a partes iguales.
Esas son las que le quitan el sueño.
¿La segunda clase?Todas las demás
No están del todo mal, saben bajarle los pantalones a uno.
Esas son las que le quitan el sueño.
¿La segunda clase?Todas las demás
No están del todo mal, saben bajarle los pantalones a uno.
Por eso a un natural no le sermonees sobre cuánto vale una mujer
porque él sabe admirarla cuándo ve una de verdad.
Todos sus gestos los guarda por si no se los quisiera volver a regalar
y le encanta soñarla.
La sueña, pero si están en el barro sus manos se ensuciarán las primeras.
porque él sabe admirarla cuándo ve una de verdad.
Todos sus gestos los guarda por si no se los quisiera volver a regalar
y le encanta soñarla.
La sueña, pero si están en el barro sus manos se ensuciarán las primeras.
Entiende que no bese barato, estoy deseando que me rompan la nariz.
No nos engañemos, todas las mujeres acaban bajándole los pantalones a uno... así que, ni si quiera valoráis el tiempo que tarda en hacerlo.
ResponderEliminarAlucinantes tus textos, sigue escribiendo. Merece la pena encontrar buena escritura aunque no siempre se esté de acuerdo.
Un saludo.
Me encantaría discutir contigo largo y tendido acerca de los engaños, los pantalones y el valor de los tiempos. Pero el caso es que más allá de lo que yo quiera escribir está lo que tú desees extraer y desprender de todo ello. La razón de ser y el valor de estas palabras es por tanto los que tú tengas a bien concederles, personales e intransferibles.
EliminarGracias por haberte tomado el tiempo y la molestia de comentar, con mayor motivo si es de esta manera tan constructiva.