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jueves, 26 de enero de 2012

lo justo para sobrevivir

Las lágrimas que nunca hemos derramado son aquellas que nos convierten en lo que somos: pinochos de cartón-piedra plagados de carencias, de heridas de la guerra entre nuestras decisiones y nuestros arrepentimientos, de losas cobardes a nuestras espaldas.

Mereciéndolo o no, unas reos y otras verdugos, todos arrastramos “taras” en las costuras. Caminamos por los descampados transportando un carrito de la compra lleno de chatarra que hemos ido recogiendo con paciencia, recortes amarillentos de entre las páginas de sucesos de nuestra historia. Vestigios caducados que, sin lugar a dudas, delinearán de por vida nuestros contornos y tenderán a enfriar sin compasión nuestro interior.

Así crecemos o menguamos- según se mire- mientras nos construimos una vida. Así sentimos que a cada anochecer se nos muere una ilusión en lugar de despertar vomitando nuevas. La edad asesinó la ilusión dijeron. Me niego.

Si es cierto que cada cual sufre su locura y la esconde como buenamente puede, entonces no podemos olvidarnos de amar con la inocencia de los niños y comprender que hasta nuestro peor enemigo vive circunstancias y arrastra su carrito de chatarra, sus motivos al fin y al cabo, para ser quién y cómo es.

¿A quién podemos juzgar si nacimos con la discapacidad innata de conocer únicamente nuestra propia historia, nuestros propios orígenes, nuestras propias taras y contornos?

Porque no nos engañemos, esto es lo único que nos da este simpático mundo para poder afrontar como se debe el presente: sin ninguna pregunta al ayer, sin ninguna respuesta al mañana. Nuestro carrito lleno de chatarra, lo justo para sobrevivir.

martes, 17 de enero de 2012

dance me to the end of love

Parece que algo nos trajo aquí esta noche sin pretexto. Tal vez caídos de nidos extraterrestres, tal vez precipitados a empujones por dos corazones que conocen el curso de todas las cosas.

No sé qué plan tendrás tú pero, ¿por qué no dejar que nosotros sea aquí y ahora?

Por el momento me conformo con mirarte fijamente a los ojos y cogerte la mano un par de segundos, tal vez rozar tus piernas en un descuido.

Luego te confesaré –como un niño lo hace con sus travesuras - que prefiero no bailar contigo sino mirarte dar vueltas y vueltas en tu propio mundo y saborear la victoria de saber que los pasos de tu noche acabarán en mí. Observarte bailar hasta firmar por muertos mis ojos, acribillados sin piedad por el vuelo de tu vestido y algún que otro reflejo dorado de tu alma.

Un poco más tarde te diré quizás, que si el amor no es más que arena derramada de las manos, te entierro en montañas de mi tiempo terroso a cambio de una licencia de libertad, esa que me permita enroscarme cada madrugada en tu figura hasta olvidar la palabra mañana o hasta recordar que el mañana tiene tu nombre.

Después de todo, no tenemos nada que perder, en algún lugar nadie nos conoce.
Báilame, báilame hasta que el amor acabe.

“No digáis que agotado su tesoro, falta de asuntos enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía.” G.A.B.



lunes, 9 de enero de 2012

piezas de coleccionista

Entra dentro de lo probable que en más de una ocasión os hayáis sentido completamente solos en una sala abarrotada de gente, con mayor razón si es conocida. También que hayáis sentido que, de alguna forma, ciertas variantes de vuestra sensibilidad son una debilidad, un lujo salido de un cementerio de elefantes o un obstáculo que se yergue insalvable entre el pellejo que habitáis y el de los demás. Especiales, raros, extraños, distintos al fin y al cabo.

Por mi parte, llegué a pensar que una ligera desviación en la secuencia de mi ADN me precipitó a encontrar refugio al desencanto de este mundo hosco y áspero en la tinta. Tal abanico de sentimientos sensaciones y, por qué no decirlo, estupideces también, reprimidas por no creer disponer del interlocutor idóneo.

Nada más lejos.

Coqueteaba inconscientemente con esa idea fútil de jovenzuelo incomprendido y es ahora, que tengo abiertos los puños, cuando caigo en todos esos individuos que van disfrazados por ahí de Edad Media, con sus corazas de hierro forjado. ¡Cuán atléticos deben ser los espíritus que las soportan! Tiempo ha que prefiero que el mío esté repanchingado y sobrealimentado para así poder descubrirlo al mundo en toda su voluptuosidad.

Antes estaba escondido y creía ser una pieza de coleccionista de esas de: Si no te dejas descubrir no te pueden tocar. Si no te pueden tocar no te pueden romper. Pero amigo mío, te garantizo que tan seguro como el sol sale cada día es que llegará el momento en que su calor se haga tan insoportable que tendrás que mojarte y, la verdad, queda fatal bañarse con armadura.

Es por eso que a mí ahora me gusta bañarme en la vida desnudo y vivir hasta despedirme . Porque es genial eso de sentirse especial, pero casi prefiero ser un juguete que acaba sus días manoseado y desvencijado, pero a fin de cuentas disfrutado, que una pieza de coleccionista orgullosa y altanera que nadie puede tocar por miedo a romper.

*Vivir hasta despedirnos: http://enbuscadepi.blogspot.com/2011/08/vivir-hasta-despedirnos.html

domingo, 1 de enero de 2012

good morning heartache

Durante largo tiempo jugamos a arrancarnos el corazón para tirarlo al tejado del otro. Vestidos de incógnito, con un silencio abierto y público. Apoyados en mensajes de náufrago varados en playas desiertas, esos que se lanzan en botellas sucísimas, con la esperanza vidriosa y deformada de que puedan llegar a otra orilla.
“Estoy aquí y alguien tiene que saberlo. Sé tú ese alguien”

Siempre tú y yo en una batalla hasta el exceso. Llegando al mismo punto, muriendo la misma incertidumbre. Ahora ya sabemos.

Jodido pero contento. Después de todo, he vivido en la aguja de tus tacones y en la suela de tus bailarinas, pero sobre todo he vivido en tu mente y sus habitaciones. 

Muchas noches he acabado esperándote en una baldosa, sin poder moverme, por si acaso al concentrar toda mi masa en ella atrajese un poco de la tuya hasta aquí. Nunca dio resultado pero siempre lo volví a intentar. Así de estúpido y así de náufrago. Adiós botella cristalina, adiós.