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martes, 30 de septiembre de 2014

you’re a whole different person when you’re scared


En el amor los que se despiertan prudentes se acuestan cobardes.
Sacrifican el indicio del presente por el fantasma del futuro.

No.

Se apuesta (se pierde por adelantado). Con suerte y buena mano,
quizá se sienta a cambio. O nada.

Ni el triunfo ni la reciprocidad pueden planearse de antemano.

Eres una persona totalmente distinta, ¿lo sabías?
Mientras callas para que no te mida y no te encuentre,
cada “hum, hum” abre el Mediterráneo un palmo más.

Y donde dijiste digo, dices miedo.

And you loved her in a Turkish town
But you didn't want to bring her here
                                              You didn't want her hanging around
                                                        In the kingdom of fear

                                                        So you left her there...




jueves, 18 de septiembre de 2014

since the ducks left

Cada una de sus visitas a mi casa del río comenzaba con el mismo ritual a lo Dorian Gray. Llegaba, lanzaba su bolsa de viaje sobre el sofá y encendía el equipo de música. 360 Degrees of Billy Paul (1972), track número 4. Entonces se quitaba el vestido y andaba frente al antiguo espejo de pie.

La mayoría no sacamos partido al espejo, le damos el trato rudimentario del rupestre al charco. Sin embargo, en todas las suertes se dan artistas y ella lo era. La brecha entre el currante y el artista, huelga decirlo, es el duende.

Desplazaba sus braguitas arriba y abajo, las metía entre las nalgas y coqueteaba con ellas. Las subía lentamente para luego sacarlas con sus dos dedos índices apuntándose el uno al otro, las hacía pivotar en los huesos que le sobresalían de la cadera, con ligeros contoneos a un lado y a otro.

La habían fabricado sexy, así que con total seguridad los dos salientes que sobresalían de sus caderas encajaban en los dos pedacitos que le faltaban en los hoyuelos de Venus. Arremolinaba su pelo castaño en un moño y lo soltaba en una sacudida, manejaba ese ramillete de tirabuzones de una forma deliciosa.

¿Qué puedo decir? Se encantaba. Lo sabía y se encantaba. Era un acto de pura vanidad, de ahí lo de Dorian. Todo el mundo sabe que los hombres tenemos ojos y las mujeres oídos, así que aquello era fantástico. Un disfrute que no se podía explicar es ahora complicado de describir.

A ratos lanzaba miradas tan imponentes y fijas desde el espejo que desarmaban la propia, impidiendo sostenerla, obligando a que buscara –nervioso- algún otro destino a mis ojos y mis manos.

“Deja de mirarme así, guarro”. Un no que es un sí y que sabe a gloria.

Sólo después de que la canción hubiera terminado salía a la terraza a mirar los patos que habitaban a temporadas en la orilla.

-¿Lo de siempre, señorita?

-Lo de siempre, caballero.

[...]