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sábado, 14 de diciembre de 2013

cal y arena


Si falta mano
con la cal y la arena,
el gusto de pender de un hilo
es más a zancadilla
que a bumerán.


domingo, 3 de noviembre de 2013

noviembre

De vuelta a casa
envuelto en frío,
descansan enfundados
sobre la cama
los abrigos.

"Villanos descabezados,
cabrones malcosidos,
¿con qué cara miro yo a noviembre?"


sábado, 2 de noviembre de 2013

musique


En algún lugar entre la locura y la tristeza canta el arte que yo amo.

Musique, compagne d’infortune, ne me quitte pas s'il vous plaît


viernes, 11 de octubre de 2013

la mujer es la KGB

Una noche con amigos en un bar pediste gintonic.

Donde te cundía un silencio,
el descuido,

-Gintonic, ¿tú?

-Sí.

Yo.

Gintonic.-

3 flechas de indio por el culo.

Y aún,
3 gintonics después,
castigado cara a la pared.

Qué inmisericorde
el disfrute de la mujer.

martes, 1 de octubre de 2013

cerdos con toga


- ¿Qué clase de prejuicios son esos? No me lo puedo creer, señor juez. Estás lleno de ellos. Bien arriba la bandera del progresismo pero luego almidonada y puesta de delantal para comer en la piara de las opiniones. Piénsalo. Tan sólo has de ver el negocio de la prostitución como la más básica ley de la oferta y la demanda. Con la única salvedad de que, curiosamente, aquí la demanda se folla la oferta.

Smith torció el gesto visiblemente agitado y se levantó solemnemente, para paseando sus ojos por la mesa, atraer las miradas de cuantos allí había sentados. 23 de los 67 (vivos) antiguos alumnos de la promoción del 69 congregados y distribuidos en dos mesas de 22 y esta de 23.
   
-Miradle bien amigos.- dijo señalando con el brazo extendido al lugar en el que se encontraba sentado Alfred, sólo unos pocos asientos a su izquierda.- Así nos va en esta sociedad del todo vale. Además de ser desagradable y no tener moral, eres un hombre cruel. Como si la crueldad fuera la excusa…

-¿Cruel?- interrumpió Alfred, levantándose también, pero con una agilidad desmedida para su edad, como si un resorte alojado en su ano se hubiera accionado al escuchar la palabra cruel.- Tú no conoces la crueldad entonces. La crueldad vive bajo las alfombras de los salones mal barridos. ¿Mis flores? Yo no meto en mis juegos a nadie que no desee jugar. En cambio tú…tú eres vomitivo. Si no fuera porque tengo estómago de cirujano se me habría cerrado el apetito en este mismo instante. Coger de la mano a tu mujer en la cena de empresa mientras tus gemelos cambian de mesita de noche dos veces en semana. Oh, eso sí es desagradable! Lo siento Lisa.- se disculpó con un gesto de cabeza hacia donde intuía que Lisa estaba sentada, vapuleada a partes iguales, aunque Alfred no podía verlo desde allí, por la revelación pública de una realidad matrimonial tan privada y por las miradas apenadas que, parecido a un partido de tenis, ahora se cernían sobre ella. -  No eres, sino tú, todo lo putrescible que hay en esta sociedad. El colmo. Un cerdo con toga que avasalla a los demás con sentencias lapidarias. Y ahora déjame que termine mi bistec tranquilo.- concluyó acaloradamente. Volvió a sentarse y sacó el puro del bolsillo de la camisa mientras secaba su frente.

-Alfred, me temo que aquí no se puede fumar.- intervino su compañera de disecciones en la Biología de sexto curso.

-A la mierda Evelyn. Discutir con imbéciles también acorta la vida y no veo que el gobierno lo prohíba ni lo anuncie en ninguna cajetilla. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

el niño león


Bajo la alcachofa de la ducha, recuerdo que hubo un tiempo en que disfrutabas de veras con mis palabras. Y yo también. De siempre, encuentro incómodo leerlas pasado un tiempo. Es extenuante y extraño revisitarme de esa forma. Algún día me sentaré a escribir sobre ello, pero digamos que las líneas son más crueles que las fotos. Sí, ya sé que la nostalgia, como dulzura de lo que fue, da caries. A pesar de ello, me encuentro cometiendo pequeños delitos, picando entre horas. Recuerdo nuestros encuentros casuales, hace ya un tiempo. Apuesto a que te ponías muy nerviosa pero a mí me encantaba verte. Aquello era auténtico e íntimo. Un verdadero paréntesis en el que nos disfrutábamos. Nunca supe por qué yo, qué era lo que me convertía en un activo tan valioso. Desde luego no era cuestión de novedad, si acaso de fidelización. El producto funcionaba y, juntos, y admirados, nos multiplicábamos por mil. En esos ratos contigo, era el mejor yo que he sido o, al menos, la proyección inequívoca del yo que quería ser. Era así, en toda mi rotundidad y determinación.  Ahora muchos días me siento un fraude. La clase de pelele que aborrezco. Probablemente ese es uno de los problemas de este golpe de timón.

Mientras me seco, sentado en la oscuridad, recuerdo aún algo más. Siendo niño, en la pista de fútbol de Montemar, la que estaba justo al lado del parque infantil, unos chavales más mayores me abordaron y me chorizaron el balón. El balón no me importaba, además no era “de reglamento”, pero esos bastardos me pasaron por encima. Volví a donde estaba mi guardián, chofer y consejero. La cara roja, el pelo revuelto, la ropa llena de tierra y un agujero en la rodilla del pantalón, como herida del asalto a mi orgullo, que más tarde ocultaría un parche de Pluto cosido por mi madre. A la luz de los indicios y desde la torpe, aunque afanosa, comprensión de un vieja escuela, hombre para mayor parquedad, una conversación de hombre a hombre comenzó a gestarse. Y parió, cuando el llanto silencioso sucedió a la crónica.

Escúchame bien Nachete - agarró mis muñecas temblorosas con sus manos.- En la vida hay dos clases de hombres: los que lloran de miedo y los que lloran de rabia. Tú eres de los segundos Nacho, tú eres fuerte y decidido, el más fuerte de los tres. Lo veo en ti, eres un león. Domínate, domínala, y en lugar de castigarte a ti, castiga al mundo con esa furia y esas agallas.

Continúe furioso, sin entender nada de aquello, llorando desde cada nervio de mi cuerpo con los puños apretados, por esa vez y muchas otras más adelante, todas las que la vida impuso su ley sobre la mía. En el camino de vuelta a casa caí extenuado en el asiento de atrás.

Visto ahora, es quizá la única lección que recuerdo de mi infancia. Es lo que soy. Aquel hombre en aquel parque supo diseccionar al niño y, gracias a eso, siempre sabré, en esencia, qué clase de hombre soy. 

viernes, 30 de agosto de 2013

el jornal de mis ojos

 Ella está sentada en un escaloncito después del sexo: blanca, desnuda y ausente. Especialmente acalorada, se recoge el pelo en un moño sucinto para después sacar un abanico. Lo despereza con su mano derecha y comienza a volarlo. Se refresca con bocanadas de aire, moviendo la cabeza lentamente de lado a lado, estirando su cuello delgadísimo, con los ojos cerrados y el mentón alzado. La cara, los hombros, el pecho. Maneja ese artilugio centenario del mismo modo que una rusa el mortal con doble tirabuzón. Recuperada, vuelve al mundo, mira hacia abajo y sonríe distraída. Su boca tímida, agazapada en unos labios finos, y separada por surcos graciosos de dos mofletes como albaricoques, aparece y desaparece intermitentemente, transportada entre aleteos sucesivos del abanico.

Ella es, en ese instante, el tope que puede ofrecérsele a un hombre en un día para darse por satisfecho. La vuelta a casa del temporero fronterizo. El jornal de mis ojos.
Y ese abanico prosigue su batida haciendo el amor con la penumbra, con ella y conmigo, y con lo que debe de ser vida destilada a un momento.

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El 29 de diciembre de 2012 alguien dejó un comentario anónimo en una de mis primeras entradas pero quedó sin respuesta. Tarde, pero está contestado.

viernes, 16 de agosto de 2013

amour fou


Los últimos meses habían sido como una batalla en el frente de cualquier guerra. Pura distorsión. El tiempo allí era  una gota en un cubo de agua, o todo lo contrario, un efecto de mariposa y huracán. Las sonrisas se esbozaban entre lutos, a media asta. El ánimo tan pronto se sentía como septiembre en la boca de un niño o como una respiración refleja y obviada. Si sólo pudieran aguantar un poco más, algo acabaría cambiando. Pero en aquel tiempo y en aquel lugar, las expectativas incumplidas eran el cepo de las ilusiones de los hombres, que atrapadas, no morían, peor, agonizaban en un llanto feroz que resonaba en el cielo como un tambor de guerra. Los días buenos lo eran a medias en realidad, pero dejaban una estela de algo mejor, esperanza. Los malos eran mierda contra un ventilador. 


Recordaba la última noche antes de morir. Estaba tumbado en el catre, apenas un amasijo de 60 kilos de carne, rabia y confusión amarrado a su propio pecho en un gesto de amor perdido. Qué fácil era cuando dormía y qué disfuncional el resto del tiempo. Le recordó aquel viaje en autobús, antes de que todo aquello comenzara, el primero en que la sostuvo entre sus brazos y por ello se quedó mucho más rato despierto, acariciando su pelo moreno mientras dormía. Que bello. Alcanzó a dormirse repitiéndose en voz baja la consigna que, le habían asegurado al alistarse, habría de mantenerle alejado de la deserción. 


<<El alba traerá la victoria. El alba traerá la victoria. >> 


Sólo que el alba trajo metralla. Lo encontraron más tarde aquel día, junto a otros muchos, al hacer recuento. Llegó tan joven y tan ilusionado. 15 años envejecidos de golpe. Vapuleado, ensangrentado, sucio, encogido. El escombro de un hombre, extrañamente sonriente. Al menos ya estaba muerto.

El amor loco, de polilla y llama, es como una batalla en el frente de cualquier guerra.    

martes, 16 de julio de 2013

el viejo yo



Un día amaneces con esmog, pero no es el de las mañanas irrespirables en Madrid, sientes que este viene a joderte de verdad. Menuda mierda dejar de estar bien por inercia. Es como cuando te haces un esguince y repentinamente te das cuenta de que adoras tus tobillos. Apesta pasar los días con ese atontamiento en el diafragma que convierte quehaceres reflejos, como dejar correr los minutos hasta quedarse dormido o esperar que el café baje de 137ºC para bebértelo, en algo trabajoso. Sentir que tienes cosas en marcha pero ninguna funcionando. Todo por esa maldita humareda que te difumina el camino con su abrazo invisible, con el suave vaivén que ocupa las calles. Un camino y unas calles que recorrías tan tranquilo ¿Qué te ocurre? ¿Es culpa tuya? ¿Eres tú el cenizo que atrae lo malo? Esto antes funcionaba. Maldita sea, no pides saber quién eres, conocer el sentido de la vida o el maldito sexo de los ángeles. Sólo deseas saber cómo coño lo habías hecho todo este tiempo para evitar esa desazón.

Para colmo, mientras pequeños signos de interrogación socavan la seguridad que tenías, te bombardean cada día propagandas motivacionales y eslóganes de auto-superación. Por todas partes. De pensar en positivo para atraer lo positivo, de levantarse para comerse el mundo de alegría, de dejar que las respuestas te encuentren, de cambiarse al sendero de la felicidad. El sendero de la felicidad…la hostia. Ese no eres tú, desde luego que no, pero por unos días lo intentas. ¿Qué puedes perder? [...]

lunes, 22 de abril de 2013

colonos

Eres otra persona.
Eso complica las cosas.
Es decir,
qué lejano, que estanco, qué ajeno.

Eternamente esforzados en colonizar gentes:
aunque se tenga el patio sin barrer,
aunque ni siquiera se haya conquistado uno mismo.

Abordar, ofender(se), decepcionar(se)
y en última instancia embarcar hacia otra gente igual
de lejana, de estanca, de ajena.

Hasta morir achicados al tamaño de mendrugos de pan.
Desgobernados y repartidos por tierras extrañas.



jueves, 11 de abril de 2013

No title

El lobo gruñe a cada paso en dirección contraria a la soledad. El refugio último en los inviernos, el canibalismo regulado cuando no queda más.

¿Quién te dio lo único que tienes? ¿Quién hizo germinar la palabra?
¿Adónde volverás?

Para, tiembla y voltea la figura.

¿Sabe un solitario abandonar quien es?


"Aunque sé que soy culpable de querer partir en dos lo indivisible"
J

viernes, 22 de marzo de 2013

dondequiera que estén


Llevo un par de horas aquí pensándote. Tratando de explicar que tan fiero, terco, bruto y frío, me deshaga y me desdiga cuando trato contigo. Analizando la indefensión que me procuras encuentro que dejo tanto dentro de ti que parezco una mudanza a medio hacer, apresurado con emoción de primerizo; también que tus palabras tienen en mí el poder ambivalente del sol: el calor en la cara, el frío en la cruz; también que sólo sé quererte con los nervios apretados, con la barriga vacía, con el niño a flor de piel.

Así de ebrio y esperando a que decida amanecer de una vez, recuerdo repentinamente volar hace unos días sobre la noche de Nueva York. Observar desde el cielo la agitación del hombre y sus heridas en la tierra. Hacerme conduciendo por una de esas carreteras veteadas a lo lejos por luminarias anaranjadas; trotando la noche rodeado de otras bestias, con la bruma polvorosa deshecha en nuestras lunas. Millones de hombres derramados en los rincones de esta tierra como regueros de esperma enloquecido en búsqueda de la fecundidad. Este mundo descontrolado y sin rumbo qué sabrá de la fecundidad.

Te diré algo, amor. Yo no ambiciono casi nada y necesito menos. A mí el progreso me es lo mismo; lo que sea de este mundo y de las vidas de sus hombres. Las ciudades no me dicen nada, y nada sé de ellas ni de los ambientes de sus cafés ni de sus periódicos ni de sus hijos ni de sus protestas ni de sus calles taimadas acechando viandantes. En cambio sí sé amar, que ya es más de lo que muchos tarados pueden decir. Yo que nací para reírme del mundo, para ser irreductible e ingobernable, sé elegir sol tras sol desfigurarme, deshacerme y entregarme a tu sola intención.

Porque dondequiera que voy los edificios quedan igual de solos cuando los abandono, las lenguas extrañas igual de extranjeras, los hospitales igual de desamparados, las curdas llevándome a los mismos sitios pasando por distintos lugares. Al cabo, tropiezo con la misma conclusión: encuentro las cosas desesperantes en cualquier parte, en cambio las que me mueven no.

Por eso, mientras la noche suave del estado de Florida me acurruca entre sus manos y su pecho, pongo el mío donde tú estés. Con las pestañas abanicando la oscuridad, exhaustas como remeros, voy echando el cierre. No lograré ver amanecer pero ya frente al telón del sueño, donde cejan incluso el amor y el hastío, elijo aprovechar que tú me mueves para enloquecer en búsqueda de tu fecundidad. Elijo para mí ambición acostarme siempre a tu perfil izquierdo –que dices que es el bueno- dondequiera que estén tus sueños.

martes, 26 de febrero de 2013

pollo con almendras


Es un chino japonés y coreano del norte y del sur.
Un alfiler de pelo negro azabache levantando mucho peso,
de tal forma que la espalda se le comba
pero no se le parte
Diría que no llena sus zapatillas, ni una 34 de mujer, ni tan sólo llenaría un coño
delgadito.

Se esfuerza.

Suena de improviso una sintonía
oriental
por la tele del gimnasio.
Un anuncio de pistachos.
Le miro y me devuelve la mirada porque quizá esté leyéndome la mente.

Pollo con almendras.

No puedo sino descojonarme en mi fuero interno.
Soy un genio o un idiota.
Una de esas pequeñas cosas que le alegran a uno el día.

Espero que no lea esto ese chino japonés y coreano del norte y del sur.

lunes, 11 de febrero de 2013

de escarabajos y mujeres bellas


-Tiene la soledad tan concurrida como Benedetti
-¿Ese güero? Pero si es feo que duele mirarlo.
-Sí, pero dicen que es poeta.
-Puede ser lo que carajo quiera pero es feo como un pinche escarabajo pelotero.
-¿Sí? Pues ahí entra la pelota.
-Ni modo, no puede ser esa injusticia. Ese chavo no puede beneficiarse a esa chamaquita. Voy acabar enojándome esta noche.
-¿Injusticia? Ni si quiera la conoces. Sus neuronas podrían estar igual de mal distribuidas que la cara de ese “chavo”.
-Aún continúa siendo una injusticia. Mírela, parece parida por dios. Las mujeres bellas son algo tan valioso y gratuito que uno se vuelve loco de amor. Las mira y todo es inexplicable.
-Ahora resultará que ser bonita es un mérito.
-Pinche cabeza hueca por supuesto que no. Un mérito se trabaja, un talento se atesora. Algo tan innecesario e irracional, algo tan alejado de lo que trasciende es una bendición, un don, el talento en sí mismo maldita sea.
-Así que ser bello es un talento más por el hecho de ser accesorio.
-Y aleatorio, y gratuito y fugaz también.
-Y fugaz…
-Piénselo de la siguiente manera. Un hombre tozudo puede pelear hasta encontrar algunas respuestas a su vida, o al menos creer que lo hace, pero dele esa misma vida para contemplar, así de cerquita, a una mujer como esa y para eso no encuentra explicación. Le apuesto mi casa con mi mamá dentro a que eso no lo puede explicar. ¿Por qué cree si no que, ese poeta como usted lo llama, apuesta por ella? Porque lo despierta por dentro. Le vale madre su cabeza. La poesía ya la tiene él dentro de sí. Ella no le aporta la poesía, ése don es suyo.
-Entonces Bécquer…
-Bécquer era un pinche joto que decía sandez tras sandez porque lo tenían bien agarrado de los machos. Poesía no eres tú. Poesía es lo que se destila del asombro, lo inalcanzable.
-Entonces su belleza no es más que un gatillo para despertar su asombro.
-Exacto cabrón. Como un fertilizante. Aunque ándese con ojo con las mujeres bellas. No debe ahondarse demasiado en ellas. Son los velos que las recubren los que nos obnubilan. Una mujer descubierta deja de ser un pecado fascinante para convertirse en una realidad. Y a mí las realidades me aterran. Por eso adoro las mujeres que imagino pero acabo malqueriendo las que existen.
-Lo que tú digas...qué puede esperarse de un mejicano loco y medio borracho. Mejor sigue bebiendo.
-Ahí se marchan. Maldito sea. Si me diera esa mujer un día no más para tratar de explicarla infructuosamente… ¿Y cómo dice que se hizo poeta el escarabajo aquél?

martes, 5 de febrero de 2013

mentiras despiadadas

Me engaño hasta que amanezca que aquí las noches se hacen largas. Una de estas sí que sí. Una de estas mañanas despierto con tu figura acoplada a la espalda rogando que me salte la primera para hacerte el amor.

Es una mentira mejor que muchas verdades.

Como que te echo de menos como el tal Hachiko o ese otro Fido o un perro del montón. O como un leproso avergonzado una mañana cualquiera. O como un Aron Ralston mutilado en la memoria.

Y eso es cuanto quiero decir esta noche.

viernes, 1 de febrero de 2013

romA

Maldita sea.
Todo aquello que yo pueda escribir:
a la angustia
que ellos llaman don o artificio
o pura estupidez.
Cuando hablo de ti
no alcanza.

Tu verdadera sublimación es la inmadurez,
lo adolescente que florece rabioso
entre el escombro de hacerme viejo.

Esa tontería.

martes, 22 de enero de 2013

de otra pasta

Me pregunta a voz en cuello
mientras termino de lavarme los dientes
y él maneja el termostato.

¿Te gusta que haga calor en la habitación o qué?

Y pienso:
            Maldito imbécil.
            Duermes bajo un edredón con el aire acondicionado modo pingüino.
            ¿Estás loco? ¿Es eso? ¿Eres otro blanco loco de clase media de Carolina del Norte?
            Me cago en tus 72 grados,
en el hombre de Marlboro,
en los billetes de un dólar,
en el café aguado
y en la manteca de cacahuete.
Este país sólo lo salva la dulzura de las mestizas asiáticas
y tal vez
los dedos gigantes para animar en los partidos.

Pero contesto, una vez he escupido pasta de dientes sobre Norteamérica:
            No. Justo ahora iba a encenderlo yo.

viernes, 18 de enero de 2013

retazos


+Joder. De noviembre aquí cuesta abajo y sin frenos. Me tienes agotada. Cada día un paso adelante que echaré de menos.
-Sí, pero que a gustito ahora. En el pecado va la penitencia. Y nos hemos puesto morados.
+¿Te da pena irte?
-No, claro que no. Lo único que dejo con pena ni siquiera está aquí.
+Venga vámonos, que aquí no puedo fumar.
-Espera que mis manos van a encontrarte un escondite en la estación de servicio para liarte un pito.
+Tú qué vas a liar. Además lo estoy dejando. Vámonos.

[…]

+No te flipes, que las sabanas estás frías, que yo duermo con pijama.
-Vamos a beber, ya hablaremos del pijama.
+Pero antes otro pito.
-¿Qué ocurre?
+Ven a hacerme la casita que esto no se enciende.
-De gracias nada, dame un beso. Trabajando en grupo somos más que uno.

[…]

-Las páginas que puedo escribirte dependen de cuantas capas te puedas quitar.
+Eres un guarro y un sobón. Pero escríbeme algo anda.
-No es mi culpa que mis manos sean niños, nena. Palabras te regalo las que quieras, que me tienes envenenado.
+Entonces dime algunas. Aunque ya las haya escuchado, tú haces que todas sean relucientes, como si tuviera 15 años.
-Eso eres tú, que eres un bautismo del miedo.
+Sigue
- Como tener la cabeza descolgada sobre un pila de agua cristalina sin reflejo y asomarse al interior del vértigo hasta fijar la mirada en el fondo. Así eres ahora que te miro de verdad, sin dobleces ni esquinas, sin velos que nos cubran. ¿Cómo podría compensar la fortuna de tu puerta entreabierta? Ahora que es absoluto, sin ambages ni adornos, sin pieles que nos separen. Ahora que tú apareces en el fondo de esa pila. ¿Cómo?
+¿Y qué más?
-No te pases de lista que aún tienes la ropa puesta.

[…]

Ella me quiere. Dice que no puedo ir tan rápido, que esa prisa es peligrosa, que lo quiero todo. Digo que no, pero tiene razón. Ella sabe que quiero el fuego y que siempre vendrá de mi mano.