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martes, 22 de enero de 2013

de otra pasta

Me pregunta a voz en cuello
mientras termino de lavarme los dientes
y él maneja el termostato.

¿Te gusta que haga calor en la habitación o qué?

Y pienso:
            Maldito imbécil.
            Duermes bajo un edredón con el aire acondicionado modo pingüino.
            ¿Estás loco? ¿Es eso? ¿Eres otro blanco loco de clase media de Carolina del Norte?
            Me cago en tus 72 grados,
en el hombre de Marlboro,
en los billetes de un dólar,
en el café aguado
y en la manteca de cacahuete.
Este país sólo lo salva la dulzura de las mestizas asiáticas
y tal vez
los dedos gigantes para animar en los partidos.

Pero contesto, una vez he escupido pasta de dientes sobre Norteamérica:
            No. Justo ahora iba a encenderlo yo.

viernes, 18 de enero de 2013

retazos


+Joder. De noviembre aquí cuesta abajo y sin frenos. Me tienes agotada. Cada día un paso adelante que echaré de menos.
-Sí, pero que a gustito ahora. En el pecado va la penitencia. Y nos hemos puesto morados.
+¿Te da pena irte?
-No, claro que no. Lo único que dejo con pena ni siquiera está aquí.
+Venga vámonos, que aquí no puedo fumar.
-Espera que mis manos van a encontrarte un escondite en la estación de servicio para liarte un pito.
+Tú qué vas a liar. Además lo estoy dejando. Vámonos.

[…]

+No te flipes, que las sabanas estás frías, que yo duermo con pijama.
-Vamos a beber, ya hablaremos del pijama.
+Pero antes otro pito.
-¿Qué ocurre?
+Ven a hacerme la casita que esto no se enciende.
-De gracias nada, dame un beso. Trabajando en grupo somos más que uno.

[…]

-Las páginas que puedo escribirte dependen de cuantas capas te puedas quitar.
+Eres un guarro y un sobón. Pero escríbeme algo anda.
-No es mi culpa que mis manos sean niños, nena. Palabras te regalo las que quieras, que me tienes envenenado.
+Entonces dime algunas. Aunque ya las haya escuchado, tú haces que todas sean relucientes, como si tuviera 15 años.
-Eso eres tú, que eres un bautismo del miedo.
+Sigue
- Como tener la cabeza descolgada sobre un pila de agua cristalina sin reflejo y asomarse al interior del vértigo hasta fijar la mirada en el fondo. Así eres ahora que te miro de verdad, sin dobleces ni esquinas, sin velos que nos cubran. ¿Cómo podría compensar la fortuna de tu puerta entreabierta? Ahora que es absoluto, sin ambages ni adornos, sin pieles que nos separen. Ahora que tú apareces en el fondo de esa pila. ¿Cómo?
+¿Y qué más?
-No te pases de lista que aún tienes la ropa puesta.

[…]

Ella me quiere. Dice que no puedo ir tan rápido, que esa prisa es peligrosa, que lo quiero todo. Digo que no, pero tiene razón. Ella sabe que quiero el fuego y que siempre vendrá de mi mano.