+Joder. De noviembre aquí cuesta abajo y sin frenos. Me
tienes agotada. Cada día un paso adelante que echaré de menos.
-Sí, pero que a gustito ahora. En el pecado va la penitencia. Y nos hemos puesto morados.
+¿Te da pena irte?
-No, claro que no. Lo único que dejo con pena ni siquiera
está aquí.
+Venga vámonos, que aquí no puedo fumar.
-Espera que mis manos van a encontrarte un escondite en la estación
de servicio para liarte un pito.
+Tú qué vas a liar. Además lo estoy dejando. Vámonos.
[…]
+No te flipes, que las sabanas estás frías, que yo duermo con pijama.
-Vamos a beber, ya hablaremos del pijama.
+Pero antes otro pito.
-¿Qué ocurre?
+Ven a hacerme la casita que esto no se enciende.
-De gracias nada, dame un beso. Trabajando en grupo somos
más que uno.
[…]
-Las páginas que puedo escribirte dependen de cuantas capas
te puedas quitar.
+Eres un guarro y un sobón. Pero escríbeme algo anda.
-No es mi culpa que mis manos sean niños, nena. Palabras te
regalo las que quieras, que me tienes envenenado.
+Entonces dime algunas. Aunque ya las haya escuchado, tú haces
que todas sean relucientes, como si tuviera 15 años.
-Eso eres tú, que eres un bautismo del miedo.
+Sigue
- Como tener la cabeza descolgada sobre un pila de agua
cristalina sin reflejo y asomarse al interior del vértigo hasta fijar la mirada
en el fondo. Así eres ahora que te miro de verdad, sin dobleces ni esquinas,
sin velos que nos cubran. ¿Cómo podría compensar la fortuna de tu puerta
entreabierta? Ahora que es absoluto, sin ambages ni adornos, sin pieles que nos
separen. Ahora que tú apareces en el fondo de esa pila. ¿Cómo?
+¿Y qué más?
-No te pases de lista que aún tienes la ropa puesta.
[…]
Ella me quiere. Dice que no puedo ir tan rápido, que esa
prisa es peligrosa, que lo quiero todo. Digo que no, pero tiene razón. Ella sabe
que quiero el fuego y que siempre vendrá de mi mano.