<<Todo cuanto deseaba le pertenecía a ella>>
Mirándola, afincado en la distancia, bebiendo de su imagen con esa distancia, cavilaba...
<<¿No era ese perfil de su nariz y sus labios la opulencia que ambicionaba?, ¿no era esa caída desordenada de su pelo la propia caída suya?>>
Mirándola malfito y vagabundo se envenenaba en deseos de acomodar su pelo, sostenerlo apenas en sus dedos un segundo y dejarlo escapar en el vacío. Y repetir el proceso una y otra vez hasta adormecerle sus sentidos, hasta gustar su calma con sus manos. Calmar así el gruñido suyo también.
Poder alimentar ese vacío del sin techo, escalar con ilusión afanosa y cíclica las murallas de cartón entre sus dos mundos durante unos minutos. Para luego volver a su bordillo, golpeando su frente y maldiciendo su adicción, con sus manos tiritando en deseos de volverla a anhelar unos minutos más en noches por venir.
Drogar ese abismo suyo hasta otro día en que observar y gruñir de nuevo aquel perfil moreno con ojos de lumbre, aquel perfil en la distancia.
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