El paritorio y la morgue
son extrañamente similares, ¿no te parece? -preguntó en alto pero con una
voz que invitaba a no participar con una respuesta-. Es algo a lo que le he
dado varias vueltas y siempre he llegado a una conclusión idéntica: en las dos
se está desnudo, helado y unido a un cordoncito. En un caso el vínculo es el
alimento y la vida de una madre, en el otro el olvido y nada más. Un cordelito
rodeándote el dedo gordo para que no se olviden de quién eres, ¿te lo puedes
creer? Vives toda una vida para depender de un cordelito cutre para que las
cenizas del salón sean las tuyas y no las de ese otro señor que murió de un
ictus el mismo día que tú. Menuda historia.
Cuando acabó la frase
comenzó a sacudir la cabeza lentamente, con la mirada fija en ninguna parte.
Luego se rascó la pantorrilla insistentemente hasta devolver su pensamiento al
salón para continuar.
Esa es otra. La mandanga
de las cenizas. Esa gente que hace eso… qué quieres que te diga, no me parece
trigo limpio, desde luego que no. Ya una vez me ocurrió algo muy curioso.
Estaba en casa de mi amigo Phil - un gran tipo-
de los que nadie le quiere presentar a una chica antes de habérsela
tirado.
Se levantó y me dio la
espalda para servirse una nueva copa. Al terminar de servirse su medida normal-
uno doble- quedaba aún un culo en la botella. Tras comprobar a trasluz que esto
era así, apuró lo que quedaba en el vaso y dejó la botella vacía en la misma
leja de la que la había sacado al acabar la cena.
¿Y mis cigarros? ¿Has
visto mi paquete? Ah. Gracias. No encuentro el mío - dijo inclinándose hacia el
sillón en el que me encontraba para encender primero el cigarro que acababa de
pasarle y después el que se encontraba entre mis labios- Gracias.
Bueno, pues estaba
esperándole sentado en su salón y había
uno de esos jarrones. Él se estaba
cambiando o algo parecido. Yo no sabía muy bien qué hacer en una situación como
aquélla; me pongo de los nervios cuando espero a alguien a solas en su salón,
así que me levanté y fui a curiosear. Y las vi. Vi las cenizas. Por poco
devuelvo. Reconozco que durante unos días no pude mirarle igual, era como si le
hubiera visto meneándosela. Esas cosas afectan a la percepción que tenemos de
las personas.
Se quedó callado unos
segundos, de pie frente a mí, pero extrañamente
cerca de la mesita auxiliar que separaba ambos sillones, con su mano izquierda
en el bolsillo del batín y la derecha extendida en alto, observando a la luz de
la lámpara central, los dos dedos con los que sostenía el cigarrillo. Entonces
la bajó para dar una calada larga y profunda, como para coger aire.
Total, que un día se lo
dije. Íbamos borrachísimos y se lo dije << Oye, Phil. Las he
visto>> << ¿El qué? ¿Qué has visto el qué?>> me contestó.
<< Las cenizas tío. Ese jodido cúmulo de excrementos de cigarro. Que puto
mal rollo, casi devuelvo. Me sabe mal porque eres un gran tipo, pero no creo
que si mañana murieses…En fin, creo que no te puedo garantizar verter tus
cenizas al mar ni ninguna cosa parecida. Es algo que me supera. ¿Te importa?
¿Te parece mal? Eres un gran tío. Tenía que contártelo. >> Se estuvo
riendo un buen rato para acabar contestándome <<No pasa nada. Eres un
hecho polvo así que para cuando ese momento llegue, tú ya habrás visitado el
cementerio un par de veces por lo menos. >>
¡Cómo nos reímos aquella
noche! Sobre todo cuando le conté que había tirado la colilla de mi cigarro
dentro del jarrón en el que tenían enlatada a su abuela y lo había removido.
Por poco se nos para el corazón.
Llegado a este punto los
ojos le centelleaban - encendidos de recuerdos - y reía entre dientes a la vez que sacudía la
cabeza de nuevo.
¿Sabes? El muy cabrón
murió sólo diez años después. Yo seguía vivo, ¿entiendes? Y no fui capaz de
verter sus putas cenizas en el jardín de la casa en que nació. Me dolió de
veras. Me dolió de veras.
Diez años más viejo,
me pidió que le diera
- por favor -
otro cigarro,
porque seguía sin
encontrar su paquete.
Esta me ha gustado especialmente, grande crack
ResponderEliminarMuchas gracias Illu, un abrazo grande!
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