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jueves, 15 de septiembre de 2011

la soledad del equilibrista

Todos hemos vivido esa experiencia de la infancia en la que vemos por primera vez a un equilibrista.
Únicamente él sabe que cada cita con esa cuerda tensada es el reto de su vida, no existe la función de mañana. No escucha los aplausos, no conoce los nombres de las personas que lo observan. No busca reconocimiento ni necesita a nadie para convencerse de dónde acabará su próxima zancada.

Le vale el sudor derramado, le vale el olor del vacío. Nadie cruzará por él y, pese a luchar contra el equilibrio más cruel, puede casi arañar su victoria, está tan sólo unos pocos pasos.
Sabe que mañana se encontrará en soledad de nuevo, sobre esa misma cuerda, enfrentando el mismo vacío.

Día tras día nos enfundamos el traje de equilibrista y desafiamos nuestros retos e ilusiones, a fin de cuentas nuestra  propia cuerda, con la esperanza de llegar al otro lado y la presión en las espaldas de levantarnos mañana frescos para una nueva función . 

Puede parecer extraño…pero, ¿no es el espectáculo más bonito que habéis visto?

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