Todos guardamos en la memoria y por qué no decirlo, también en otros lugares, acciones de las que no estamos orgullosos, cada uno tiene las suyas, por eso no cabe enumerarlas y mucho menos entrar a valorarlas.
En ocasiones, esporádicamente, en una franja que dura décimas de segundo, nos sentimos inmensamente optimistas e incluso en comunión invisible con el mundo y los demás. Por un instante nos bombardean ideas de valentía y redención. “Vamos a por ello, pidamos perdón! Somos buena gente!”
A mí me suele ocurrir sin avisar y generalmente en estado ebrio: mientras espero a que internet se cargue en la maquinita del demonio o cuando espero a que el ascensor baje del jodido décimo o incluso cuando me dispongo a erosionar las pastillitas olorosas en un servicio público. Salgo de mi cuerpo, me veo pletórico, con la fuerza de un fariseo converso que busca el perdón, un perdón que llega tarde y mal, como casi todos.
Pocos fotogramas después se difumina ese oasis apagando esa confianza y es entonces cuando aparece esa voz. “Has creído que eres bueno? Vuelve a mirar, pero ahora más de cerca”
Entonces te sientes como si una muchedumbre silenciosa tomara el baño de tu pensamiento y corriera la cortina de la ducha para quedarse observándote, muy quieta, con un dedo acusador apuntando tu desnudez. Pero resulta que la muchedumbre no eres más que tú fotocopiado muchas veces y que esa es la vergüenza más grande, descubrirte a ti mismo, desnudo bajo agua de culpa.
Y se me ocurre que el perdón es complicado de gestionar porque el arrepentimiento humano y sus formas quedan reprimidos, habitando lo más hondo de nuestra mente, allí donde somos mas vulnerables y tan difíciles de encontrar. Pero también que tal vez somos tan descaradamente cobardes que no nos importa descubrir -de cuando en cuando- que somos algo miserables y vivir con ello antes que enfrentarnos a una verdad que nos escruta y nos señala.
Puede que para definir miserable debiera entonces sacar una foto de grupo con todos los mamones que habitamos este recóndito planeta cargado de humo y autoengaño. Yo soy uno más de ellos, perdón por aparecer tan tarde, pero es que sólo lo recuerdo esporádicamente y suele ser borracho.
10
ResponderEliminarYo creo dos cosas. La primera es que es mejor darse por perdonado porque lo mal hecho, hecho está, nada lo va a cambiar y todo el mundo es tan buena gente que hasta lo peor lo olvida y, por tanto, perdona. Y la segunda es que la solución es no beber alcohol.
ResponderEliminar