Hijo, ven aquí, hay algo que quiero contarte.
Joder, no dejas de crecer.
Joder, no dejas de crecer.
Acércate y siéntate conmigo.
Ya tienes edad suficiente para echar un trago con tu viejo.
No te conozco demasiado, es cierto, pero me caes bien, eres un buen chico y cuidas bien de tu madre y tus hermanas.
Ya tienes edad suficiente para echar un trago con tu viejo.
No te conozco demasiado, es cierto, pero me caes bien, eres un buen chico y cuidas bien de tu madre y tus hermanas.
¿Sabes qué? Olvídate de esa mierda. A lo mejor alguna vez te he dicho lo contrario, de ser así no sabía lo que decía. Quizá algún niño en el colegio te lo haya dicho también, a ese mamón no le vuelvas a hablar, un día será una rata o, peor aún, una jodida paloma.
Definitivamente hay cosas que no compra el dinero, al menos dos que yo conozca. La primera es la muerte, no una cualquiera sino la propia, ¿quién querría comprar su muerte te preguntarás? Cualquiera. Escúchame atentamente, incluso esos nihilistas hijos de puta pagarían por su propia muerte, y si no ponles un revólver en la boca y verás qué rápido ven la luz, pero esa es otra historia…
Se puede comprar la muerte ajena sí, pero yo quiero comprar la mía hijo, comprarla para poder decidir cuándo usarla, para que no me sorprenda un día en la cama o en la taberna con una lista de cosas por hacer, una erección por aprovechar o un paquete de tabaco a medias pero también para no perder el control sobre mis esfínteres o mis palabras y la dignidad con ello. Sabes lo que es un esfínter, ¿no? Claro que lo sabes, eres un chico listo, en ese colegio te enseñan bien.
La segunda cosa es la conciencia. ¿Qué qué es esa basura tan abstracta? Pues a bote pronto te diré que una mezcla de muchos estereotipos y convencionalismos deformados. Un mejunje pringoso y viscoso, un chaval arrinconado y apaleado muchas veces por sus compañeros de clase. Ese marginado del colegio que acaba loco y drogado, precipitando su vida por un sumidero de heces y estrellas. Y todos tenemos uno de esos cabrones aquí dentro.
No se puede comprar la conciencia, no señor, eso es algo que no debes olvidar nunca hijo. Un hombre puede comprar mujeres y hombres, puede comprar su silencio y su palabra, también el éxito, el poder, el sexo, sucedáneos del amor si es que algo de existencia tiene el original, todo lo que puedas imaginar, pero tampoco podrá nunca comprar su conciencia.
Por ponerte un ejemplo sencillo, mira ese escenario, ¿ves todas esas melenas rizadas?, ¿todos esos tacones de charol?, ¿toda esa lencería de encaje barata? Bajo ningún concepto hagas daño a una mujer a sabiendas. No importa su clase. Hiérela por necesidad o por capullo, pero no premeditadamente, nunca por placer. Cabe la posibilidad de que ella lo haga contigo y que entonces tú te quedes con cara de gilipollas, sí, pero serás un gilipollas con la conciencia más limpia que sus bragas.
¿Entiendes lo que te quiero decir? No sé si entiendes lo que te quiero decir…No se pueden comprar, no. Son como una deuda eterna en los bolsillos.
Cuídate bien de esas dos zorras y sus deudas hijo…
Muerte y conciencia. No te queda nada más cuando encaras el cementerio…
¿Vamos fuera a echar un cigarro?
Nunca te he preguntado si fumas…
…[…]…
Fotografía por Manuel Juan Juan
Fotografía por Manuel Juan Juan
10
ResponderEliminar